El calentamiento global empieza a modificar el mapa productivo de la yerba mate en el Cono Sur.
Mientras Argentina sigue liderando con 982.000 toneladas producidas en 2023, científicos advierten que el cambio climático podría reducir las zonas aptas para el cultivo en Paraguay y Brasil.
Producción y consumo en récords históricos
En 2023, Argentina lideró con 982.000 toneladas, seguida de Brasil (736.000) y Paraguay (160.000), según datos de la FAO.
Actualmente, la demanda de yerba mate ronda los 10 kilos por persona al año.
Un estudio realizado en 2024 por investigadores brasileños advierte que el calentamiento global podría afectar este negocio.
Las áreas aptas para el cultivo se reducirían en Paraguay y Brasil, mientras que Uruguay podría ganar terreno, consolidándose como nuevo centro estratégico si invierte en tecnología y políticas de fomento.
¿Cuáles son las alternativas?
En las sierras de Rocha, la organización Ambá lleva adelante un proyecto de restauración ambiental que incluye el cultivo artesanal de yerba mate.
Ahí los árboles crecen en forma silvestre entre las quebradas del bosque nativo y su cosecha se realiza de manera sustentable.
Ambá registró más de un millar de ejemplares de Ilex paraguariensis en siete hectáreas y organiza actividades educativas abiertas al público, donde los visitantes aprenden sobre el proceso de elaboración.
¿Qué sucede con la industria nacional?
Mientras tanto, en Argentina, la provincia de Misiones enfrenta un panorama preocupante.
Un estudio publicado en la International Journal of Biometeorology anticipa que, hacia fines de este siglo, la región podría dejar de tener condiciones aptas para el cultivo de yerba mate.
La investigación, titulada “Zonificación Climática de la Yerba Mate y Proyecciones de Cambio Climático: Un Enfoque CMIP6”, señala que el aumento de las temperaturas y la disminución de las lluvias reducirán drásticamente las áreas favorables.
Hoy, el cultivo requiere entre 21 y 25 grados de temperatura promedio anual y al menos 1.200 mm de precipitaciones.
Los mapas elaborados por los investigadores muestran que los escenarios más extremos de emisiones desplazarían la producción hacia el sur de Brasil y Uruguay, dejando al NEA argentino en una zona desfavorable.
