“La desgracia no es de la familia Ginóbili, es la nuestra”: el relato crudo de una víctima

La tragedia de Bahiense del Norte, donde murieron 13 personas tras el derrumbe del paredón del gimnasio auxiliar ubicado en calle Tomba, la causa judicial volvió a tomar impulso en las últimas semanas: Leandro Ginóbili, expresidente del club, quedó imputado junto a un arquitecto y una funcionaria municipal.

En diálogo con Radio 10 Bahía Blanca, Martín Ramírez, una de las víctimas que perdió una pierna y a dos familiares, reconstruyó minuto a minuto lo que vivió aquella tarde del 16 de diciembre de 2023 y expresó su indignación por el avance —y los frenazos— que tuvo la investigación

Un año esperando imputaciones

“Pasamos un año bastante duro esperando saber si había algún imputado. De repente apareció uno solo, un ingeniero que firmó papeles. Fue durísimo”, recordó Ramírez.
“Y ahora en diciembre nos enteramos de que imputaron a Ginóbili. Fue un trabajo muy duro de todos los abogados. Insistimos hasta que no pudimos más”, afirmó.

Según relató, la querella siempre entendió que debía investigarse la responsabilidad del club:
“Queríamos que alguien del club sea responsable de esto. Nos enteramos después que el club no estaba habilitado y que tenía fallas estructurales”.

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“Los chicos seguían yendo a entrenar en un club inhabilitado”

Uno de los datos más fuertes que expuso Martín es que, tras la tragedia, las pericias revelaron que el edificio seguía teniendo fallas:
“Las pericias decían que el club seguía con fallas estructurales y aun así los chicos seguían yendo a patinar, a hacer vóley, a hacer básquet. El club estaba inhabilitado”.

El momento del derrumbe: “Fue como una bomba”

Martín estaba sentado en la tribuna cuando empezó a entrar agua a través de un lateral del gimnasio. No había viento fuerte ni tormenta evidente.
“De repente el estruendo… fue como una bomba. El paredón se movía de un lado a otro. Cuando vi que se venía encima, salté hacia la pista”.

Ese salto le salvó la vida.
Aun así, quedó atrapado entre los escombros:
“Caí y ya tenía la pierna amputada. Algo me cayó encima y me la cortó. Lamentablemente me acuerdo de todo”.

Durante casi media hora intentó arrastrarse para salir mientras veía escenas que preferiría no recordar:
“Veía pedazos de pared que volaban. Gritos, desesperación. En un momento, una persona que venía arrastrándose al lado mío se quedó ahí. No se movió más”.

El torniquete, el celular y la lucha por sobrevivir

Ramírez logró enviar mensajes para pedir ayuda antes de perder la conciencia.
Su esposa —también herida— recibió instrucciones por teléfono de un familiar bombero para hacerle un torniquete.
“Mi señora me hizo el torniquete. Después llegó un amigo y yo mismo le expliqué cómo ajustarme la pierna, medio sedado. No sé de dónde saqué lucidez”.

El encuentro con Leandro Ginóbili

Ya en el Hospital Español, Martín aseguró haber recibido la visita de Leandro Ginóbili.
“Yo estaba con morfina, con muchísimo dolor, con una pierna menos… y lo único que lo escuché decir fue que estaba pasando un momento muy feo, que no podía dormir, que su familia estaba angustiada”.
Y agregó:
“Si no hubiera estado sedado, lo molía a palos. La bronca que me quedó hasta el día de hoy no te la puedo explicar”.

También relató un episodio en el que familiares pidieron ayuda económica para su cuñada —que perdió a su pareja en el derrumbe— y recibieron como respuesta que Ginóbili “no podía hacer más nada” porque “no tenía fondos” y que “se iba de vacaciones a Monte Hermoso”.

“La desgracia no es de la familia Ginóbili, es la nuestra”

Martín mostró especial enojo por el tratamiento mediático nacional del caso:
“Vi en la tele que pusieron ‘la desgracia de la familia Ginóbili’. ¿La desgracia de quién? La desgracia es la nuestra. Nosotros perdimos familiares, perdimos la salud, perdimos todo”.

El avance de la causa: temor a la impunidad

Sobre el futuro judicial, Ramírez fue sincero:
“Es difícil confiar en la justicia cuando hay familias con mucho dinero. Tenemos esperanza, pero también miedo de que el dinero pueda más”.

Una reconstrucción diaria

A casi un año del derrumbe, Martín continúa en rehabilitación y sostiene un tratamiento psicológico y psiquiátrico.
“Los primeros meses me despertaba sintiendo olor a escombro. Rehabilitándome física y mentalmente, es el único camino”.





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