La reconstrucción de Bahía Blanca después del temporal exige recursos que el municipio, por sí solo, no puede generar. Y si la ciudad necesita una infraestructura hidráulica a la altura de su vulnerabilidad, es lógico que quienes más capacidad económica tienen aporten más. Esa es la esencia del proyecto de Federico Susbielles: aplicar una sobretasa específica a las grandes empresas químicas y petroquímicas.
La propuesta generó resistencia inmediata por parte del sector empresario. Pero la pregunta es inevitable:
¿por qué las empresas no quieren pagar una sobretasa destinada exclusivamente a obras que benefician a toda la ciudad, incluso a ellas?
Porque afecta directamente su rentabilidad
Las compañías del Polo Petroquímico argumentan que el aumento de la tasa de Seguridad e Higiene —de 8,1‰ a 20‰— es “desproporcionado”.
Desde su perspectiva, todo lo que reduzca el margen de ganancia es visto como un ataque, incluso si el destino del dinero es la reconstrucción de la ciudad donde operan y generan impacto ambiental, uso de suelo, tránsito pesado y demanda de servicios.
El rechazo no sorprende: las empresas buscan maximizar beneficios y minimizar costos.
Pero la política pública no puede regirse por la lógica de la planilla Excel.
Porque saben que es una contribución difícil de esquivar
La sobretasa planteada por Susbielles tiene una característica crítica:
es específica, está dirigida a un grupo acotado y tiene un uso asignado.
Eso significa que no pueden licuarla, ni derivarla a otras jurisdicciones, ni evadirla mediante ingeniería contable. Para muchas compañías eso es más incómodo que el monto en sí.
Porque si esto se aprueba, marca un precedente
Las grandes empresas temen que un municipio pueda —con legitimidad social— exigirles un esfuerzo extraordinario cuando la ciudad lo necesita.
Un precedente sano, que redistribuye responsabilidades y reconoce que las catástrofes no pueden ser financiadas solo por los vecinos y los pequeños comercios.
Porque expone el contraste entre ganancias privadas y daños públicos
El temporal dejó en evidencia que la ciudad requiere inversiones millonarias en drenaje, canales, bombas y obras estructurales.
Mientras tanto, las empresas del Polo continúan generando ganancias anuales de magnitud.
Ese contraste, socialmente, ya no pasa desapercibido.
La sobretasa no castiga el crecimiento: corrige una asimetría entre quienes se benefician enormemente del territorio y quienes quedan indefensos cuando ese territorio colapsa.
Una ciudad inundable es una ciudad vulnerable: para sus trabajadores, para la logística, para la operación.
Aportar a la infraestructura es también proteger su propio funcionamiento.
Las empresas del Polo no quieren la sobretasa porque afecta su rentabilidad, porque es difícil de esquivar y porque marca un precedente de responsabilidad económica.
Pero eso no la vuelve injusta. Todo lo contrario.
La propuesta de Federico Susbielles es una medida excepcional para un momento excepcional.
Quienes más tienen deben aportar más.


