La ausencia del Estado que más duele

La semana pasada en nuestro programa #De1raConMeneghini en Radio 10 escuché algo que no puedo dejar pasar.

Una mujer, una madre, entró al estudio con la voz temblando, pero con la mirada firme. Se llama Cinthia Ortiz y lo que vino a contar no es sólo su historia personal: es el reflejo más crudo de lo que ocurre cuando el Estado no está.

Cuando el sistema, lejos de acompañar, abandona.

Con una entereza que me dejó helada, Cinthia empezó:

“Mi hija tiene 29 años. Hace más de cinco fue diagnosticada con bipolaridad. Y todo se volvió cuesta arriba desde que, después de parir, cayó en una depresión postparto.”

Desde entonces, el infierno.

“Su humor cambia minuto a minuto. Ha tenido brotes, ha desaparecido durante días, ha vuelto flaca, vulnerable, enloquecida.”

¿Y saben qué hizo esta madre? Tocó todas las puertas. Policía, hospital, juzgado. 

Primero, en el Juzgado de Familia, desesperada, sin saber a dónde más acudir, y no le dieron respuestas. 

O si, pero soberbias, como “Señora, no se enoje, tenga paciencia acá estoy de guardia pero tengo una vida”

“Por la ley de salud mental, no pueden internarla si ella no quiere”, explicó. “Pero cuando está en pleno brote, no puede elegir. Y yo, como madre, sólo quiero salvarle la vida.”

Cinthia ha visto cómo su hija se autodestruye.

Compras compulsivas. Cocaína. Aislamiento. Desapariciones. Crisis constantes.

Pidió una orden de internación. Se la negaron.

“Mi hija desaparece con la medicación en la cartera. No la dejo a mano porque tengo miedo de que se suicide con pastillas. Pero para el sistema eso no alcanza.

Fue al hospital Penna con la orden de judicialización hecha. Esperaron desde las 13h hasta las 17h para que las atiendan, porque su caso “no era de urgencia”.

Claro que era de urgencia, eran las pocas horas del día que su hija se encontraba consciente y entendiendo que debía internarse para su bien y el de su familia.

¿La respuesta?

“Su caso no está judicializado, no es prioridad.”

¿De qué manera puede fallar tanto la comunicación en el Estado, que un caso que sí ha sido judicializado no llega a las manos de donde tiene que llegar?

¿Cómo se le explica a un sistema frío, lento y sordo lo que es vivir al borde del abismo cada día?

“Mi hija le dijo a la médica que no podía controlarse. Y le respondieron que no era una emergencia.”

Cinthia denunció en el Colegio de Médicos. Se enfrentó a cada aparato del sistema. Y sigue sin respuestas.

No tiene obra social. Mantiene como puede a su hija y a su nieto.

“Mi nieto está medicado. Sabe que su mamá está enferma. Y yo ya no vivo. Porque vivir es otra cosa.”

Sobre la mesa de salud del municipio (que no la invitaron, se enteró por un grupo de padres) dijo “Escuché estadísticas que no son reales. Se miente. Se tapa. Se simula gestión con excusas que ya no sirven.”

Lo más terrible de todo esto es lo que dijo al final:

“A mi hija se le diluyeron las ganas de mejorar por toda la espera.”

¿Cuánto puede resistir una persona sin perder la fe en sanar, cuando el sistema le da la espalda una y otra vez?

Cinthia no quiere que la callen con una solución a medias. Porque obvio que se lo ofrecieron.

No quiere una cama para hoy y olvido para mañana. Quiere un sistema que funcione.

Quiere una comunidad terapéutica digna, que no sea una cárcel.

Dejamos pasar estas historias, estos problemas, y cuando ocurren desgracias como la de Villa Crespo nos ponemos alertas creyendo que son situaciones incontrolables cuando la oportunidad de cuidar, contener y socorrer está. ¿Qué hace el aparato estatal cuando se lo necesita? ¿Dónde está cuando hay mil señales de que una persona no está cuerda y puede ser un problema para su familia, para la sociedad? ¿Cuánto tiempo más vamos a dejar pasar estas “historias” que terminan convertidas en desastres?

Por eso está armando una asamblea de padres. Para unir voces, para exigir lo que debería ser un derecho básico: asistencia, contención, humanidad.

Si estás atravesando algo similar, si querés sumarte, te podés comunicar con ella: 2916441484.

Porque el dolor compartido se vuelve lucha, y porque lo que hoy vivió Cinthia en este estudio, no puede seguir siendo una historia más que se pierde en el aire.





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